CRECIMIENTO Y DESARROLLO DEL NIÑO

CRECIMIENTO Y DESARROLLO DEL NIÑO 


El niño crece y desarrolla desde la concepción, es la unión del espermatozoide y el óvulo la que marca su inicio. Es un proceso, en condiciones normales, continuo, pero de velocidad variable según las diversas edades y las diferentes estructuras orgánicas, alcanzando su máximo crecimiento en diferentes momentos; así, por ejemplo, mientras que el cerebro crece un 90% en los primeros 5 años y los pulmones requieren 8 años para alcanzar su estructura definitiva, la altura final se logra recién al concluir la adolescencia. 
Por otra parte, es importante recordar que son tres los fenómenos que caracterizan el proceso de crecimiento y desarrollo del niño:
  •  cambios en magnitud, es decir, aumento de tamaño, tanto del cuerpo en su totalidad como de los diferentes órganos en particular.
  • cambios en características, como por ejemplo la extinción de los reflejos del recién nacido y su sustitución por movimientos intencionales y los que se observan en aspecto somático.
  •  perfeccionamiento de las estructuras y funciones, fenómeno, este último que se conoce como maduración.  
Durante todos ellos se produce incremento del numero de células, modificaciones en estas de acuerdo con la función específica que habrán de realizar y su migración dentro del órgano o aparato al que pertenecen, para consolidar la arquitectura de los mismos. estos fenomenos ocurren simultáneamente, aunque con ritmos también diferentes para cada órgano, aparato y sistema. 

Respecto a los cambios en magnitud, si bien cobra la mayor atención el que se refiere al aumento de tamaño del niño, por ser el más fácil de observar y de evaluar, no debe ignorarse que, simultáneamente, también, los demás órganos de la economía humana están creciendo y que cada uno de ellos tiene su propia cronología y velocidad, haciéndolo, la mayoría, en los primeros años de vida, tampoco debe ignorarse que la evolución normal de ellos es fundamental para garantizar el crecimiento integral del niño.

En la esfera motora observamos este aumento en magnitud cuando comprobamos que 
el niño, que al principio tiene solamente movimientos reflejos y unos pocos intencionales, va incrementando el número de estos últimos hasta tener la capacidad de caminar y desplazarse libre y voluntariamente, y en lo psicoemocional, cómo el niño incrementa su capacidad de interactuar con el medio y las personas que lo rodean, pasando del llanto a la sonrisa, del balbuceo a los monosílabos y finalmente a la palabra. 


Respecto a los cambios en características, se aprecia cómo progresivamente la proporción entre as dimensiones de las diferentes partes del cuerpo van variando e, incluso, los órganos internos van ubicándose en forma más precisa dentro de la localización que, anatómicamente, le corresponde; por poner solo un ejemplo, recordemos que el hígado y el bazo, al principio fácilmente palpables, dejan de serlo conforme el crecimiento de la parrilla costal los cubre; en el sistema óseo se observa el cierre progresivo de as fontanelas del cráneo, la aparición de los núcleos y los cartílagos de crecimiento y su posterior osificación, asimismo, el mayor desarrollo muscular y con ello la fuerza consiguiente, no menos importantes los cambios psicoemocionales que transitan desde la imaginación fantástica a la realística, del egocentrismo al deseo de compartir con otros niños y progresivamente al desarrollo de un mayor espíritu gregario. 

El tercer fenómeno es el del perfeccionamiento de las estructuras y funciones, ocurre, como queda dicho, simultáneamente con los dos anteriores y se traduce en la capacidad creciente que va desarrollando el niño tanto en las que le permiten una vida de relación cada vez más rica y fructífera, como en las que determinan un mayor control de su mundo interno y autonómico, como son los ritmos circadianos y los equilibrios homeostático, metabólico e inmunológico, entre otros. 

Desde un punto de vista funcional los fenómenos descritos pueden pues agruparse en tres esferas, la primera es la esfera física, referida a los cambios en las dimensiones y características tanto somáticas como viscerales, ya descritas; la segunda, la esfera motora que tiene que ver con la capacidad creciente de movimientos y su coordinación y que comprende a la vez tanto la función motora gruesa, que sirve al desplazamiento corporal, como la motora fina, que se relaciona con el desarrollo de habilidades y, la tercera, la psicoemocional que engloba el lenguaje, la inteligencia y las emociones.

Ahora bien, los cambios que se producen en cada una de estas esferas no ocurren independientemente unas de otras, sino que se dan simultánea y coordinadamente, guardando entre sí estrecha correspondencia e interacción. A pesar de ello, es posible evaluar su progresión, a través de indicadores, los que permiten detectar retrasos y deficiencias y una vez determinada su causa corregirlas para que el proceso continúe sin mayor afectación. 

CAMBIOS QUE CARACTERIZAN EL PROCESO DE CRECIMIENTO Y DESARROLLO DEL NIÑO A NIVEL CELULAR 

A NIVEL CELULAR 

• Incremento de su número. 

• Modificaciones de su estructura de acuerdo a la función prevista. 

• Migración en el interior de cada órgano, aparato y sistema a efecto de consolidar la estructura definitiva. 

EN CADA ÓRGANO, APARATO O SISTEMA 

• Cambios en magnitud: incremento de sus dimensiones, salvo en algunas estructuras que con el tiempo la reducen o desaparecen. 

• Cambios en características: variaciones en todos ellos conforme van alcanzando su dimensión y estructura final. 

• Perfeccionamiento de las funciones: cada uno va alcanzando la competencia funcional que le corresponde; proceso también denominado “maduración”.

ESFERAS EN LAS QUE SE APRECIAN LOS CAMBIOS PRODUCIDOS 

Esfera física: cambios en los diferentes órganos, en cuanto a la dimensión de sus diferentes segmentos y 
las proporciones que guardan entre sí, así como a un mayor desarrollo de su capacidad para el desempeño 
de sus diferentes funciones, el que se observa tanto en el ámbito somático como visceral. 

Esfera motora: desaparición de la actividad motora refleja inicial, propia del neonato, y aparición progresiva 
de la motilidad intencional asociada con un desarrollo creciente del aparato locomotor que permite una 
mayor capacidad de desplazamiento y el desarrollo de habilidades manuales.

Esfera psicoemocional: la forma única e inicial de expresar sus emociones, el llanto, se va enriqueciendo con la capacidad de sonreír, balbucear y hablar y, simultáneamente, de demostrar preferencia hacia las personas de su entorno cercano, la cual, progresivamente se dirigirá a una socialización mayor; a ello se agrega el tránsito desde la imaginación fantástica a la realística, y del egocentrismo a la capacidad de compartir. 

Conviene también recordar otras características del niño, sin duda también vinculadas al proceso de crecimiento y desarrollo que hemos señalado como la característica principal; ellas son la vulnerabilidad y la dependencia, ambas en grado inverso a su edad y que obedecen a la inmadurez relativa de sus capacidades, tanto para controlar su mundo interno como el de relación y que obligan a darles mayor protección. Por la primera de ellas habrá de requerir ser protegido de las noxas ambientales de todo orden, las infecciones entre ellas, por la segunda, los peligros externos –las llamadas externalidades- al no disponer de suficiente capacidad de discernimiento y de discriminación para evitar peligros ni las competencias para alejarse de ellas. 

recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=36342789023.

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